Trato de conseguir las razones por las cuales me gusta el trabajo de Bad Bunny. No pretendo explicarle a nadie la música, menos justificar si es bueno o no, si debe escucharse o no. Tan solo, como docente e investigador en producción musical, me parece pertinente evaluar cualquier trabajo que se haya realizado en el ámbito de un estudio de grabación, sea este un espacio físico o a través de un soporte virtual.
Bad Bunny tiene una audiencia que lo ama; también, sin lugar a dudas, unos cuantos detractores, aunque estos últimos suelen sustentarse en sus propios gustos. Es válido decir que Bad Bunny no te gusta, pero de allí a afirmar que su música está mal producida, ¡qué va!
Ahora, ¿no te gusta? Pues vale. ¿Te gusta?, bien también. A mi juicio, no creo que haya buena o mala música. Sí creo que hay gente con más talento y capacidad que otras dentro del ámbito musical, y me temo que Bad Buny es muy bueno en lo que hace. Todo depende del juicio de valor.
¿De dónde surge mi interés por Bad Bunny? Pues inicia en Buenos Aires, a finales del 2019, durante un recorrido por las cercanías del Teatro Colón. Había salido de uno de los cursos del doctorado en Musicología y con unos colegas buscábamos un lugar donde comer. Íbamos discutiendo sobre el año Beethoven, pues al año siguiente (este año, 2020) se celebrarían 250 años del natalicio del compositor alemán. Insistiré en que estábamos en las cercanías del Teatro Colón, pero lo que se escuchaba por todas partes era la voz característica de Bad Bunny, al menos de diez formas distintas: negocios que ambientaban sus locales con la música del cantante, una chica que caminaba escuchando un tema en su celular y que lo compartía desenfadadamente a todo volumen, alguien que pasaba en su auto y tenía a todo volumen una canción del músico boricua. Lo que me llamó la atención es que no estaban sincronizados; es decir, eran temas distintos que cada quien escuchaba a su aire.
Con mis colegas paré la discusión sobre Beethoven, porque no tenía caso discutir sobre un compositor muerto hace tanto tiempo cuando nuestra realidad era que estábamos envueltos musicalmente por Bad Bunny. De hecho, en el sitio que escogimos para comer lo que sonaba era una lista de canciones de YouTube del reguetonero. Allí mismo decidí que, entre capítulo y capítulo de mi tesis doctoral, dedicaría un tiempo para estudiar la producción musical de Bad Bunny con las herramientas de la musicología popular urbana.
Comencé mis pesquisas a inicios de 2020 y me concentré en la música; evité acercarme al cantante desde los videos o desde la farándula, porque es inevitable que esos aspectos influyan a la hora de emitir un juicio. Según Wikipedia, Bad Bunny cubre reguetón y trap, dos géneros cuya función social es el baile. Ello me daba otro punto a mi favor a nivel de investigación: soy un pésimo bailarín, en realidad no bailo nada, lo que me permitiría acercarme a la música en sí, de manera tal vez desapasionada. Metodológicamente, mi primera fase consistió en sumergirme en toda su producción musical, lo que me hizo ir descubriendo cosas fascinantes.
No es un secreto que el reguetón y el trap cuentan con gran cantidad de detractores que etiquetan estas músicas de misóginas, vulgares, mal habladas, así como que están mal producidas. Pero desde mi apreciación vi que podíamos relativizar. Si bien es cierto que hay textos misóginos, también los hay en la salsa erótica, el merengue dominicano y el rock. Usan palabras obscenas, sí, pero las mismas son contextuales. ¿Cuál es la diferencia entre decir ‘mierda’ en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez que decirla en la cotidianeidad? ¿Que los que cantan reguetón y trap no saben hablar? Si escuchamos con detenimiento la letra de la canción, podemos apreciar el texto por completo. Me atrevo a afirmar que los cantantes de estos géneros suelen tener una correctísima dicción, otra cosa es el uso de palabras del habla popular como ‘velte’ o ‘talde’, que tienen más que ver con la tonía de la región del Caribe, de un estrato social y de una etnia, que con una pronunciación incorrecta.
En todo caso, durante mi primer acercamiento de escucha a Bad Bunny pude descubrir aspectos interesantes que iré analizando y por los cuales pienso que es un cantante con personalidad artística: el cantante posee un registro vocal bastante amplio que lo explota solo en segmentos determinados, lo que le otorga variedad melódica y lo hace más expresivo. Esto se conecta con la siguiente idea que se acerca directamente a la esencia del pensamiento beethoveniano: la variación melódica como síntesis máxima de expresión musical. Y es que, como si fuese poco, Bad Bunny es uno de los pocos cantantes que usa falsete en sus temas, así como la técnica del susurrato.
En este sentido, el cantante puertorriqueño está más próximo a las expresiones vocales de la música experimental contemporánea que otros intérpretes.